que se hallaban ausentes por voluntad ó por fuerza; el tío Tripa, que había muerto hecho un santo después de una vida de trueno; los Donsainers, huidos á Buenos Aires por unos golpes tan mal dados, que el asunto no se pudo arreglar aun mediante el mismo gobernador de la provincia, y la gente de menor cuantía que estaba en San Agustín ó San Miguel de los Reyes, inocentones que se echaron á valientes sin contar antes con buenos protectores.
¡Cristo! Que era una lástima que hombres de tanto mérito hubieran muerto ó se hallaran pudriendo en la cárcel ó en el extranjero. Aquellos eran valientes de verdad, no los de ahora, que son en su mayoría unos muertos de hambre, á quienes la miseria obliga á echárselas de guapo á falta de valor para pegarse un tiro.
Esto lo decía el Bandullo pequeño, aquel trastuelo, que se había propuesto alterar la reunión, pinchando á Pepet, y á quien sus hermanos lanzaban severas miradas por su imprudencia. ¡Criatura más comprometedora! Con chicos no puede irse á ninguna parte.
Pero el escuerzo ruin no se daba por entendido. Tenía mal vino y parecía haber ido á la paella por el sólo gusto de insultar á Pepet.