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CUENTOS VALENCIANOS

dejaba como rastro de vida al agitarse dentro del sombrío edificio.

Los quinceneros eran la última capa de aquella sociedad de miserables, los parias de la esclavitud, los desheredados de la cárcel. El último de los presos resultaba para ellos un personaje feliz, y le contemplaban con envidia al verle inmóvil en la pieza, haciendo calcetas con estrambóticos arabescos ó tejiendo cestillos de abigarrados colores.

Con la escoba al hombro y arrastrando los cubos de agua, pasaban macilentos y humildes ante los penados, pensando en cuándo llegarían á ser de causa y tendrían el honor de sentarse en el banquillo de la Audiencia por algo gordo, librándose con esto de doblar todo el día el espinazo sobre los rojos baldosines é ir pieza tras pieza la vando el hediondo piso sin quitar la vista del cabo y del cimbreante vergajo, pronto k arrollarse al cuerpo como angulosa serpiente.

Iban descalzos, andrajosos, mostrando por los boquetes de la blusa la carne costrosa, libre de camisa; con la cara pálida, la piel temblona por el hambre de muchos años y el horrible aspecto de náufragos arrojados á una isla desierta. Eran los chicos de la cárcel, los que se preparaban á