si era posible, y ella ¿qué había de hacer?... En casa faltaba un hombre; el huerto* estaba en poder de jornaleros, ellas necesitaban la sombra de unos pantalones, y como el Moreno servía para el caso (siempre mejorando lo presente), la madre estaba conforme en que la chica se casara.
Y la habladora vieja interrogaba con los ojos al cura, como esperando su aprobación.
Bueno; pues á eso se había acercado ella... ¿A qué? A decirle que Toneta quería que fuese él quien la casase. ¿Teniendo un capellán casi en la familia, para qué ir á buscarlo fuera de casa?
El cura no dudó; le parecía muy natural la pretensión. Estaba bien; los casaría.
III
El día en que se casó Toneta, fué de los peores para el nuevo adjunto de la parroquia de Benimaclet.
Cuando la ceremonia hubo terminado, don Vicente despojóse en la sacristía de sus sagradas vestiduras, pálido y trémulo como si le aquejase oculta dolencia.
El sacristán, ayudándole, hablaba del