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CUENTOS VALENCIANOS

constituían toda su juventud, venía la separación lenta que la edad y la divergencia de aspiraciones habían efectuado entre los dos. Ño en balde crecían en años y no impunemente sometía él al estudio su inteligencia virgen y pasiva.

Eü la última parte de su carrera comenzó á sentir con vehemencia el fervor profesional. Entusiasmábase pensando que iba á formar parte de una institución extendida por toda la tierra, que tiene en su poder las llaves del cielo y de las conciencias; le enardecían las glorias de la Iglesia, las luchas de los papas con los reyes en el pasado y la influencia del sacerdote sobre el maguate en el presente. No era ambicio so, no peusaba ir más allá de un modesto curato de misa y olla; pero le satisfacía que el hijo de unos miserables perteneciese con el tiempo á una clase tan poderosa, y mecido por tales ilusiones, se entregó de lleno á la vocación que iba á sacarle del subsuelo social.

Cuando no estaba en Valencia en el Seminario, prestaba en Benimaclet funciones de sacristán, y llegó á ser hombre sin sentir apenas el despertar de la virilidad en su vigorosa complexión.

Su voluntad de campesino tozudo anulaba las exigencias del sexo, que le causa-