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CUENTOS VALENCIANOS

nuevo cura. No estaba triste: su gravedad era producto de ensimismamiento. Su imaginación huía desbocada por el pasado, recorriendo casi instantáneamente la vida anterior. j^

La vida de todos los suyos, su elevación en aquel mismo lugar donde había sufrido hambre, aquel aparatoso banquete, le hacían recordar la época en que la conquista del mendrugo mohoso le obligaba á recorrer los caminos, capazo á la espalda, siguiendo á los carros para arrojarse ávidamente, como si fuese oro, sobre el reguero humeante que dejaban las bestias.

Aquella había sido su peor época, cuando tenía que gemir y alborotar horas enteras para que la pobre madre se decidiera á engañarle el hambre nunca satisfecha con un pedazo del pan guardado con mísera previsión.

La presencia de Toneta, aquel moreno y gracioso rostro que se destacaba al extremo de la mesa, evocaba en el cura recuerdos más gratos.

Veíase pequeño y haraposo en el huerto de la siñá Tona, aquel hermoso campo cercado de encañizadas en el que se cultivan las flores como si fuesen legumbres. Rebordaba á Toneta, greñuda, tostada, traviesa como un chico, haciéndole sufrir con