Página:Cuentos valencianos (1910).djvu/107

Esta página no ha sido corregida
101
CUENTOS VALENCIANOS

mayor aparecían hundidos hasta el dorado vientre en aquella nube de pétalos y hojas que, á la luz de los cirios, mostraban todas las notas de color, desde el verde esmeralda y el rojo sanguíneo hasta el suave tono del nácar.

Aquella muchedumbre que estrujándose olía á lana burda y sudor de salud, sentíase en la iglesia mejor que otras veces, y encontraba cortas las horas de ceremonia.

Acostumbrados los más de ellos á recoger como oro los nauseabundos residuos de la ciudad, á revolver á cada instante en sus campos los estercoleros en los cuales estaba la cosecha futura, su olfato estremecíase con intensa voluptuosidad, halagado por las frescas emanaciones de las rosas y los claveles, los nardos y las azucenas, á las que se unía el oriental perfume del incienso. Sus ojos turbábanse con el incesante centelleo de aquel millar de estrellas rojas, y les causaba extraña embriaguez el dulce lamento de los violines, la grave melopea de los contrabajos y aquellas voces que desde el coro, con acento teatral, cantaban en un idioma desconocido, todo para mayor gloria del hijo del Bollo.

La muchedumbre estaba satisfecha. Miraba la deslumbrante iglesia como un palacio encantado que fuese suyo. Así, entre