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fíoehe de bodas

Fué aquel jueves para Benimaclet un verdadero día de fiesta.

No se tierra con frecuencia la satisfacción de que un hijo del pueblo, un arrapiezo, al que se ha visto corretear por las calles descalzo y con la cara sucia, se convierta, tras años y estudios, en todo un señor cura: por esto pocos fueron los que dejaron de asistir á la primera misa que cantaba Visan tet, digo mal, don Vicente, el hijo de la siñá Pascuala y el tío Nélo, conocido por el Bollo.

Desde la plaza, mundada por el tibio sol de la primavera, en cuya atmósfera luminosa moscas y abejorros trazaban sus complicadas contradanzas brillando como chispas de oro, la puerta de la iglesia, enorme boca por la que escapaba el vaho de la