Página:Cuentos para los hombres que son todavía niños.djvu/81

Esta página ha sido corregida
– 75 –

jamás, la dulce sensación que experimenté cuando una mano de mujer, mano blanda cual las blandas manos de las madres humanas, tomándome como un pajarillo entre sus dedos cobijóme en el tibio hueco de las palmas.

Luego, con una voz que no escuché tan armoniosa en los tiempos de mi juventud, me habló de esta manera:

"Paz, hijo mío, paz. Muy osado debiste ser en el mundo, cuando en esta región para ti desconocida te aventuras a tan arriesgadas empresas. ¿Qué te ha traído hasta mi solitario albergue? Después de Cristo no ha venido alma alguna a golpear mi puerta. Habla hijo mío, acaso seas el mensajero del mundo que ha tanto tiempo aguardo".

Nada respondí, inmenso dolor hizo inclinar mi frente.

"Ven apóyate en mi corazón, hijo de la tierra amada, yo calmaré la angustia que leo en tus ojos, te daré serenidad".