Página:Cuentos para los hombres que son todavía niños.djvu/19

Esta página ha sido corregida
– 13 –

–Sí, hace frío —respondo.

—¿Y no hay sol? ¿Dónde estamos, Teresita?

—¡Ah muñequita! Este es tu país natal; no lo recuerdas porque al salir de aquí no tenías pensamiento. Reposabas muy tiesa dentro de una caja de cartón, acuñados los brazos con pajitas de arroz.

—Entonces ¿estaba muerta? —me dice con su vocecita nasal.

—Sí, muñequita, guardabas frío silencio; eras el ídolo de muchas criaturas que vislumbraron tu carita en las vidrieras de un almacén. Tú esperabas, sin imaginarte, que manecitas infantiles vendrían a darte calor, animación.

—Entonces ¿tú eres una niña?

¡Pobre Mahmú! No sabe cuánto me duele su pregunta, ni se ha fijado que vuelvo la cara para que no vea mi angustia.

—No muñeca mía; no soy una niña. Las chiquillas no conocen las miserias, no han penetra-