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Venid acá, hermanos. Sentaos a mi alrededor, quietecitos como criaturas de pocos años, y cerrando los ojos, así, suavemente, oídme que voy a contaros un cuento.

Quiero refrescar vuestros corazones escépticos, cargados de tiempo, tocándolos con la varita mágica de la Fantasía.

Abriré para vosotros la puerta de su templo. El pórtico es sagrado. Debéis atravesarlo llenos de unción y de fe.


T. de la