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Cuentos Ingenuos — 85

muchacha. Sintió que se desvanecía, pero se repuso, y sin pronunciar palabra, rápida como la luz, llevando el retrato en la mano y arrebatando el cesto al pasar, desapareció entre los álamos.

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Cuenta la fama... (es decir, no lo cuenta la fama, porque es un secreto que sólo puede contar la que lo aguarda) que hará tres meses, la noche de la boda de la Reina y Chuco, cuando las amigas de aquéllas atribuían su llanto a las naturales cosas que hacen llorar en estas ocasiones, ella oprimía contra su corazón el retrato trazado en la alameda de la Tabla Grande del río, y suspiraba acariciando los recuerdos indelebles de las impresiones sentidas y de las palabras del pintor, que habían hecho desfilar ante sus ojos fugaces visiones más brillantes que una lluvia de estrellas.