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84 — Felipe Trigo

— ¿Esta soy yo?

— Esa eres. Chuco gana contigo el ciento por ciento. ¡Qué diablo, no has sabido escoger novio! ¡Qué muchacha más tonta! Ahora voy con la copia para él: trae el álbum.

Por segunda vez colocó Luis bajo su lápiz un papel blanco, empezando a copiar el boceto, del que pensaba hacer despacio una preciosa acuarela. La Reina no se saciaba de mirarlo.

Por encima del hombro del joven, rozándole alguna vez con los cabellos, observaba la soltura con que trazaba líneas que iban reproduciéndola.

En su propia cara sentía Luis respirar a Juana, que absorta en la contemplación, no tenía conciencia de otra cosa. Luis sufría. El aliento aquel le deleitaba como el perfume purísimo e intenso de la flor de jara en las siestas de la solitaria montaña. "Cuando ya esté hecha la acuarela — pensaba —, le pondré un título que será un perfecto recuerdo: Tentación"

De improviso, alargando el papel y volviéndose, dijo:

— Toma.

Y le dio el retrato..., y un beso que estalló como una palmada en la purpúrea mejilla de la Reina.

La sangre toda afluyó al rostro de la