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Cuentos Ingenuos — 75

de negarlo, y heme aquí vengada, curada de mi odio... radicalísimamente.

— No, Porque yo diré en seguida que no me importa que me lo niegue... y usted me seguirá odiando.

— ¿Como usted a mí por consecuencia?

El odio es amor inverso. No renuncio al orgullo de su odio. Le digo, prima, que no quedan más caminos que odiar... o amar.

— Queda otro. Confesarles nuestro mutuo odio inextinguible a su mujer, a mi marido... y no vernos más. Es lo prudente.

— Tiene usted razón: es lo prudente. No hay motivo alguno para que nos sigamos soportando.

— ¡Ahí viene mi marido!

— ¡Y mi mujer!

Mi bella y blonda prima se levanta, vacila... vuelve a mí desde la puerta.

— ¡No les diga nada aún! — me advierte.

— ¡Pues jure que me odia con toda el alma!

— ¡¡Con toda el alma!!

Sale, y yo permanezco un instante respirando sus esencias, sacudidas al vuelo de sus sedas.

Mi prima me odia.

Tiene talento mi prima, ¡qué diablo!