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EL SUCESO DEL DÍA
Celso Ruiz, la prudencia misma, ¿cómo ha podido provocar al caballero Alberti, duelista célebre, tirador maravilloso que parte las balas en el filo de un cuchillo?
Acabo de encontrar a mi amigo en su despacho, tumbado en el diván, el cigarro en los labios.
— ¿Te bates? — le he preguntado.
— Me suicido.
— Verdad. Tanto vale ponerse con una pistola frente a ese hombre.
— Es igual. Necesito demostrar que no soy un cobarde.
— ¿A quién?
— A todos; a mí mismo, porque hasta yo empezaba a dudarlo.
— ¡Estás loco!
Se incorporó Celso, me hizo sentar, y dijo:
— Escúchame. Toda una confesión. La vida exprés de la corte no tiene la sólida franqueza