bien, pues; que no hagan nada; ya servirán de efecto armónico a los poetas, como las golondrinas y las hierbas de las tapias. El orden social, que por dos pesetas se encarga un guardia de representar, mira a los golfos y les da una patada de cuando en cuando.
¡Ah, pero se es injusto en tratarlos así, de haraganes! Distan de serlo. Esos pobres niños del Helaldo y La Colespondencia muestran la curiosidad y la voluntad de aprender que todos los de su edad, cuando se empieza a desplegar su alma. La tienen blanca, de ángel, y con ella han empezado su carrera y se aplican en su primera enseñanza.
¡Y que no les enseñan los puntapiés de orden público! A los seis años ya saben correr y quitar pañuelos, mirando con un ojo al bolsillo y con el otro al guardia. Es el ingreso de bachillerato. Mientras lo cursan, los agentes siguen observándolos con atención, llevándolos tal cual vez a recoger diplomas en la Prevención del distrito, y repartiéndoles trompadas y pescozones. Aunque con filosofía: "aún no estorban", dice la sociedad. Y como no estorban, hasta los quince o veinte años, filiados ya en los gubernamentales registros, se pasan la vida, a fuer de estudiantes alegres, corriendo de los guardias en la calle y convidándolos a cariñena en las tabernas.
Facultad Mayor. Se indica por el ingreso