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278 — Felipe Trigo

por lo cual resulta un robo irreparable y por lo cual pudo el poeta decir: que es de vidrio la mujer..., etc.

Enmudeció, erguido entre el general y admirador silencio hacia su lógica, y estuvo por decir al ver al mozo sin recordar que era verano:

— ¡Atiza esa lumbre, Quintín!

Y Athenógenes, aun concediéndose que era vulgarota la argumentación de este señor para una cosa tan sencilla, para una cosa que él había meditado con mucha más profundidad, durmió esta noche en su fonda como un santo.

A partir de este día, y particularmente desde que, por haber terminado en Córdoba el proceso, también aquí fué recobrándose el normal ambiente, poco a poco, su voluntad de olvidar hizo prodigios. Volvió a correr en automóviles y volvió a bailar con las muchachas por la Pura y por la feria. Como juez, ni aun habíale molestado el involuntario enojo que pudiese quedarle al senador, quien, renunciando su acta, parecía retirado de la política y del mundo. Una infinita piedad volvía a inspirarle la casa palacio-tumba de Margot, con ella dentro, gestando, gestando siempre aquella vida de ponzoña de reptil, y pasaba cerca de ella, por lo mismo, lo menos posible. Tanto, que hizo su camino forzado, desde la plaza a la fonda, por la calle de Emeria.

He aquí la razón de que la viese y saludase muchas veces. He aquí, asimismo, por qué