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Lo Irreparable — 255

creyó que podría olvidar el cobarde escrito y al cobarde comunicante, y no fué así. Le preocuparon muchas horas. En resumen, vino como a probarle la pureza de su novia, porque el hecho de mostrarse alguien interesado en que no siguiese él las relaciones respondía al supuesto de que ese mismo alguien, a raíz de la catástrofe, hubiera sido el inventor de la mentira vil.

Otro día recibió otro anónimo. Este traía letra de mujer: «Está probado que eres un sinvergüenza, que no buscabas por Margot más que los cuartos. Antes, habiéndote casado con ella, lo podrías disimular. Ahora no, hijo, me parece.» Y era de mujer también el espíritu de la cruda injuria. Es decir, que coincidían los pretendientes fracasados y las amigas envidiosas de Margot. ¡Pobre Margot! ¡Cada cual sacaba de su honra un pedazo entre los dientes!

Le preocupó más esta vez. Veía con tristísima evidencia que, siendo pura o no siéndolo Margot, y desde el momento en que su honra no la tiene cada uno, sino que se la tienen las gentes, era una irremisible deshonrada. Honra: concepto social; pues bien, la pobre Margot lo tenía perdido, y aunque él, por íntima persuasión y generosidad de su conciencia, se casase con ella sin escrúpulos, no por eso sería menos verdad que él se casaría con un ángel, con una santa, con una mártir...; pero con una deshonrada.

Amargándole en grado mayor todavía la