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Lo Irreparable — 247

verla y hablarla idílicamente entre encinas, les había encendido la plena simpatía de amor ancho, profundo, sereno como un lago, sino que, para aumentárselo hasta una tensión irresistible, había surgido una catástrofe poblada, con respecto a él, de melodramáticos misterios!

Y, sin embargo, él, que como juez debía conformarse con la «verdad oficial», como hombre de corazón y como caballero tenía derecho a la verdad completa — cualquiera que ésta fuese, y aun suponiendo que la una con respecto de la otra hallárase truncada.

Preguntárselo a Margot por carta y aun invitarla a explicarse con vagas alusiones, era imposible. Abrir una especie de subrepticia información con sobornos de pastores y criadas, indigno. Mas... ¿por qué el padre de Margot, sabiéndole novio de ella, no pudiendo alegar tampoco ignorancia de lo que falso o verdad había pregonado la Prensa, y como caballero también, no le llamaba a su casa y hablábale particularmente?... Si era cierto, para quitarle a su silencio cuanto antes la complicidad resignada que de este modo cobraría; si no, para tranquilizarle de una vez, franco, leal..., pues dicho se está que habría de fiarse el hidalgo enamorado de la palabra hidalga de un hombre que por su familiar tradición y por su fama simbolizaba toda la hidalguía!

Sin embargo, también llegaba a un punto de incidencias que, aumentándole a él la confusión,