Página:Cuentos ingenuos.djvu/368

Esta página ha sido corregida
228 — Felipe Trigo

— ¡Alto al Trianero! — le intimaron por detrás.

El guarda se volvió. Se vió apuntado por tres bocas de escopeta, al tiempo que el Rascao se le abalanzó y le sujetaba fuertemente. Su asombro, su pánico, le dejaron tan sólo proferir un grito prolongado y sordo..., un grito que se da ante los fantasmas. Y la cosa fué sencilla: el aterrado, el que más que sujetado era sostenido por el otro, en vez de bocas de escopeta tuvo en un segundo sobre el pecho tres puñales. Incapaz siquiera de pedir clemencia, le oyó al Trianero, que le asestaba un negro pistolón:

— Te vuela la cabeza si no hases tó cuanto te diga... ¡y sin chistar! No se trata de martratal a naide, ¿estamos? Tus amos serán sagraos pa nosotros, que no queremos más que pasta. Tú te allegas, llamas a quien puea abrí, y dises lo der telegrama...; y en cuanti la puerta esté franca, s'acabó tu comisión. ¡Arrea p'alante y a portase..., que de ti y de tos los probes somos amigos nosotros y ná desagradesíus! ¡Amárrale, Raigón!

Raigón le ató los codos, le empujaron, y echaron a andar tras él.

Acabaron de animarle y de instruirle por el resto del trayecto. Pero aún su voz temblaba, cuando tuvo que decir en la reja a que llamó por su indicación un bandido:

— Abre, Tanasio, que están aquí los siviles con un parte pa l'amo.

Un minuto después, Tanasio, de espanto ante .... [1]

  1. Nota de WS: Faltan las páginas 229 hasta 236. Las mismas corresponden a la conclusión de este capítulo.