Página:Cuentos ingenuos.djvu/351

Esta página ha sido corregida
Lo Irreparable — 211

— ¿Cuál? ¿Qué?

— ¡Venga, Marcial!

— Hombre..., ¡es un poco fuerte! En secreto... porque es un poco fuerte... Aparte de que, como fué conmigo, que soy casi pariente y la trato desde así..., la confianza lo disculpa.

— ¡Venga! ¡Venga!

— Pues nada, esta tarde, tocaba ella el piano y entré, púseme detrás a oírla, volviéndole la hoja. Por el espejo advirtió lo fijamente que yo le miraba el cogote... ¡No sé si habréis notado que tiene unos ricitos rubios que encantan! «¡Qué miras? ¿Qué piensas?» preguntó de pronto, cesando de tocar y girando la banqueta. «¡No, no te lo digo! contesté; ¡me tendrías que dar un bofetón!» «¡Pues dilo!» «¡Que no!» «¡Que sí!» «¡Que no, mujer que es... una barbaridad!» «¡Pues la dices o no habérmela anunciado!» «¿Y no te enfadarás?» «¡Según, porque tú eres muy bruto!... pero, ¡venga!» «Bueno... pues viéndote el pelo de la nuca, estabas haciéndome pensar... si lo tenderás tan rubio en los sobacos!...» Me clavó los ojos, irritada; optó por sonreír y volvió las manos al teclado susurrando con clara vocecita pudorosa antes de seguir los valses: «¡Un poquitín menos rubio!... ¡Pero qué brutísimo y qué reteexcusado que eres, hombre!»

— ¡Jo, jo, jo!... ¡La niña! — admiró Teodoro a carcajadas.