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184 — Felipe Trigo

acerca de aquellas preferencias, que habían hecho volver la cabeza a algunos, tuvo que explicar:

— Sí, somos amigos. Vive en el hotel y nos hemos visto en la azotea. ¡No tiene madre la pobre!

— ¡Aaah!... ¡Bien, bien, niño! — prorrumpió la mujer del diputado largamente, quedándose pensativa.

Empezaba otra cosa.