— Sí, pobre Ricardo! Está sin duda un poco loco desde entonces. ¿No le veis? ¡Parece tonto! Y mirad, señores, que es lo grande... las contradicciones que se dan en el talento con frecuencia: Ricardo — autor dramático de cuerpo entero, indudable, incapaz de poner una sandez en cualquiera situación de sus obras... y aquí le tenéis tan cándido en la vida, para hacernos comulgar con la rueda de molino de una muchacha... a quien tan poco le importe el honor que se acueste con un novio y le deje al día siguiente porque sí, para casarse con otro...
— Y más, hombre... ¿Os habéis fijado?... Absurdo hasta su modo de contar... Que llega, que habla con ella a la reja por primera vez, que le dice: «¿Te escapas?»— «No, porque no tienes dinero.» — «Pues sé mía, entonces» — «Bueno, eso sí, ven mañana.» — Y virgen, la niña... ¡Vamos, hombre, pues ni que se tratase de una lumia!...
— ¡Está un poco loco, sin duda, sí! ¡Pobre Ricardo!
— ¡Pobre Ricardo!