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Cuentos Ingenuos — 23

de la puerta, ni ella dormía nunca con los brazos fuera del embozo, ni se sentaba en la cama para descalzarse jamás, ni sus medias eran azul Luzbel... sino negras, caladas.

¡Ah! y además no debe uno aventurar temerarias deducciones sobre la laxa y lisa cabellera de las dulces inglesitas.