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La de los ojos color de uva — 107

de ser (como los Quintero, por ejemplo) los famosos de mañana?» En efecto, de Sevilla, de provincias, vinieron estos dos con su drama en la maleta...

Salió. La hora feliz se aproximaba.

Al cruzar otra vez por delante del teatro lo miró como en un reto de fama. Intentaría él lo que los Quintero desde el mismo día siguiente. ¿Por qué no?... ¡Fuera cobardías que le contengan a uno en el temor de los demás ! Aparte de que él ya no era el joven recién venido de provincias..., sino el cronista de un periódico importante.

Y se olvidó de esto en su propia seguridad para entregarse al fin al... cielo que le aguardaba. Faltaba tiempo todavía y hallábase frente a Fornos. Entró a tomar una cenilla, sin la menor piedad a sus locos gastos de hoy. ¿No iba a ser bien pronto rico?... ¿Por él? ¿Por su mujer?... O estrenaba el drama antes o lo estrenaría tan luego como pudiese llegar a los teatros en landós de dos caballos... Quizá Ladi, quizá la inverosímil y pasmosa sencillez con que Ladi hubo de acceder a entregársele, a la primera invitación, a la primera insinuación..., correspondiera a su designio de hacerse sorprender esta misma noche por sus padres, acelerando la boda. No podría explicarse de otro modo la valentía de la muchacha. Y acordándose Ricardo de que no llevaba un mal