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92 — Felipe Trigo

transporte cortesano de su idilio (¡ah, en Salinas los sentía sin comprenderlos, por instinto!), la «realidad», la aterradora verdad de la diferencia de clases..., puesta en relieve por el invierno y por Madrid. ¡Fué una democrática nivelación de indumentaria aquella del calor en la playa modestísima, donde todos parecían iguales con un par de trajes blancos!

Cuando fué al Círculo, a la hora de comer, encontró otra carta:


«Mi adoradísimo Ricardo: Llegué hoy, según te había anunciado; pero en el correo. Por León Rivalta, con quien ya sabes que querrían casarme mis padres, sólo por tener una corona de vizconde, y que estuvo a recibirnos al expreso, he sabido que te vió esperándome. Esto ha vuelto a ocasionarme una pelea. Peor. Te quiero más. ¡Hombre, no hay cosa que más me pueda que la imposición de la gente!... Mi padre invitó a almorzar a León, y esta noche a la Comedia. Se figuran que van a hartarme de León. Se llevan chasco: ya ves, ahora mismo los dejo en la mesa, sin más que para escribirte. Supongo que le tendré en la Castellana también esta tarde. Ve tú, y a la Comedia esta noche. Y, después de la Comedia ven a casa (Lagasca, 59 triplicado, hotel), pues te esperaré en la reja de mi cuarto y hablaremos. Mil besos de tu

Ladi.»