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IX


El mismo día que Ricardo llegó a Madrid encontró en el Círculo Militar una carta:

«Mi adoradísimo Ricardo de mi alma y de mi vida: Nunca podrás imaginarte lo que he sufrido en estos quince días. Sólo recibí aquella carta tuya fechada en La Coruña. Luego, en vista de tu silencio, creí que me hubieses olvidado. Mi alegría ha sido, pues, muy grande hoy, al ver por tu última que me has estado escribiendo con frecuencia, a pesar de mi silencio forzoso, porque, secuestrada mi correspondencia por mamá, ni sabía adonde dirigirte las mías ni dónde estabas. Al azar, sin embargo, te envié un par de ellas, lo recuerdo bien, a Galicia. Si las cogiste, perdóname aquel supuesto mío y aquel enojo sobre si te carteabas o no te carteabas con... la otra.

Perdóname, Ricardo. La tuya me lo ha explicado todo. He tenido una escena con mis padres. Por lo pronto, ya sabes que a papá «se le recrudecieron repentinamente sus reumas» y nos