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74 — Felipe Trigo

berlinas y aun a primeras y a segundas, sentía orgullo. No se acordaba lo menos del mundo de Miajadas... Como si hubiese «nacido en El Liberal»; como si hubiese nacido en uno de estos breack, entre senadores y ex ministros. En cambio, henchíale su legítima importancia de periodista, profesión a que le debía tantas venturas...

Y por lo mismo que el ex ministro empeñábase en retenerle junto, hoy, colmándole de agasajos, explicándole que le llamaban de la fábrica por arrancarle, sin duda, promesas de reformas para cuando se volviese a encargar de la cartera, Ladi, que durante el viaje iba instalada en el inmediato saloncillo con las jóvenes, no cesaba de aparecer en éste y sonreírle y escucharlos... e invitarle a hacerlas compañía... Al fin, en Villabona se fué Ricardo con ellas.

— Aquí, ¿recuerdas?... os volvieron para atrás aquella tarde.

— Sí, ¡estuvo graciosísimo!

— Pues hoy, no: se fastidian... que tienen que cargar con el coche,

A la sazón iban empujándolo lentamente unos mozos por las vías de enlace, para engancharlo al correo.

Unos minutos después corrían por la línea descendente de Gijón. Ladi, en aquella especie de cuadrilátero de divanes que formaba el saloncillo, se había instalado con Ricardo, aparte de los demás, en el rincón de una ventana.