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VII


Pero el hombre más feliz de Europa se fué sorprendiendo en tristeza hacia la mitad de septiembre. ¿Por qué?... Tal vez porque le quedaban poco días de este paraíso: Ladi, su familia, iba a partir pronto para Caldas; y no importaba que Ladi le hubiese de seguir queriendo desde cerca y desde lejos y que hubiesen de reunirse hacia Octubre en Madrid; como todos los verdaderamente dichosos en una constituída situación, tenía el temor, tenía Ricardo el instintivo horror de todo cambio.

O tal vez Ricardo estaba triste al revés porque una ligera mudanza se había operado ya en su novia, en su adoradísima, aun sin salir de Salinas. Había llegado media semana antes otra familia de fuste, la del general Martí, ex ministro de la Guerra, con sus tres hijas Berta, Cristina y Adela, y Ladi, Nita, los papas de Ladi igualmente, íntimos de ellos, no habían vuelto a reunirse sino con ellos en un repentino trato aparte que escocíale bien al antiguo corro distinguido de