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Cuentos Ingenuos — 17

soberano hacia todo, y hacia ti, reina mía, y hacia mí el primero... Risa cortada, más alta, más hueca, que dominaba las demás y concluía por acallarlas, convirtiendo hacia ella la extrañeza y desconcertando a todos... Risa que me ahogaba, que me sacudía todo el cuerpo en latigazos de nervios, que brotaba loca y espantosa de mi garganta, que llegaba a mis ojos y los hacía verter lágrimas, y que en llanto cruel y alegría lamentable dejaba en tu corazón hundir sus agudas notas, con más ferocidad aún que en mi corazón los pérfidos lloros de tus andantes dulcísimos...

Salía de allí, silencioso ya, con el pañuelo en los ojos, y me seguías tú, y me abrazabas, y me arrancabas el perdón a besos, de rodillas, ¡de rodillas tú a mis pies, alma del alma!


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Era, como hoy, un capricho, un enojo de tus celos de vanidosa.

Como no te puedo oir, no sé si lloras arrancándole al piano las notas fugaces de cristal.

Como no me ves, no sabes si río.