discusión y el análisis; de sentimiento que se exhala en entusiasmos, en ensueños, en lirismos. Yo tengo la suerte de poseer un paquete de estas preciosas cartas. Forman una especie de conversación estenografiada, páginas íntimas de un diario donde su fantasía y sus creaciones se delínean gradualmente; donde las espirituales confesiones del artista, del hombre, cubren las hojas de vitela con una caligrafía menuda, recta, clara, en el mismo fascinador y triunfal estilo que da tanta valía a sus libros.
Así, por él mismo, supe muchas cosas de su vida de literato. La comenzó tarde, luego que, terminada su carrera errante de médico militar por las heridas que sufrió en Filipinas fué condecorado y pudo, sin preocupaciones de otra índole, entregarse a los ensueños de belleza. Durante algunos años vivió en Mérida, la histórica ciudad de Extremadura, con su gentil compañera Consuelo (nombre dulce para quien ha vivido y vive la vida de la lucha en medio de las ideas y de los hombres) y con sus hijos. Enamorado de Italia, a la cual no conoce aún íntimamente sino por su divino reflejo de gloria, Felipe Trigo complacíase evocándola en el triunfal Arco-Trajano y en los acueductos y anfiteatros de Emerita Augusta. En su biblioteca figuran bien amadas obras del Dante, Ariosto, Machiavelo, Leopardi, y entre los modernos italianos prefiere a De Amicis y a D'Annunzio. Experto en nuestra lengua clásica,