46 Carlos Gagini
Dentro de él encontré un pedazo de pergamino amarillento, como de dos decímetros cuadrados, sobre el cual estaba dibujado un mapa. Era el contorno de una isla, trazado con tinta azul, sin detalles ni más nombre que el de Wafer en la parte inferior y una calavera en el ángulo superior izquierdo. Debajo del mapa estaba escrito en tinta roja: h. boulder, 150 y N. 10 y E.; y luego estos tres nombres en columna: Wilson, Danbury, Mortimer.
Con rápida intuición adiviné la realidad y sentí latir el corazón violentamente. No cabía duda: aquel era el plano de la Isla del Coco, la reconocí por su forma regular y por la palabra Wafer, una de sus pocas bahías. La h. quería decir hight, alto, y la inscripción significaba: del peñasco alto 150 yardas al Norte y 10 yardas al Este, distancias indicadas en el plano por una línea delgada con una perpendicular más pequeña en su extremo. Una crucecita roja sobre esa segunda línea señalaba el lugar donde estaba enterrado el tesoro; y los tres nombres del margen eran acaso los de los piratas poseedores del secreto. Si alguna duda podía quedarme, la disipó aquella calavera pintada en el pergamino como membrete, insignia de los corsarios. El esqueleto pertenecía probablemente a uno de ellos, muerto tal vez en el saqueo de la antigua Esparza.
Seguro de no equivocarme, y en un estado de excitación que usted, señor Redactor, podrá