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Cuentos grises

cuyos bracitos formaron nuevas cadenas de flores entre aquellas dos almas.

La primera nube que empañó el cielo de su ventura fué el inesperado viaje de Federico. Uno de los dos socios debía ir a Europa a hacer las compras directamente en las fábricas. Ernesto estaba enfermo. ¿Qué hacer? Los negocios no admiten demora... No había motivo para afligirse tanto. Unas cuantas semanas pasan tan pronto... Tontuela! «La separación es nuevo incentivo para el amor y además, ¡qué inefable placer el del regreso!»

Y amaneció por fin el día fatal: ella, ahogada en llanto, no pudo articular palabra; y él, al tratar de consolarla, lloraba también como un niño.

¡Mas ay! al volver, en aquella melancólica tarde de Octubre, sólo ella vertió lágrimas de gozo.

Con esa perspicacia natural de las mujeres en achaques del corazón, aguzada por la idólatra devoción que la costarricense profesa a su marido, comprendió Adela que Federico no era ya el mismo. La encontraría fea y cursi, él, que se había codeado allá con tantas damas bellas y elegantes!

Era preciso luchar a todo trance con los recuerdos del distraído esposo, hacer que la imagen de su mujercita volviera a ocupar el santuario que la habían usurpado aquellas parisienses embadurnadas de colorete.

¡Cómo se cuidó en adelante de los detalles del