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Carlos Gagini

da para la enamorada esposa, parecía sombrear la frente del viajero.

Retiráronse todos los convidados, menos Ernesto, que permaneció largo rato conversando con su amigo en un extremo del corredor. Aquella noche, cuando Federico y su hijo se hubieron dormido, la pobre Adela ocultó su rostro entre las almohadas para ahogar un sollozo.

* * *

Federico Alvarez había recibido de sus padres esmerada educación de la naturaleza una aptitud no común para las bellas artes; desgraciadamente era éste su único patrimonio, y para atender a sus necesidades materiales se vió obligado a dedicarse a los negocios, instado y ayudado por Ernesto Jiménez, antiguo condiscípulo suyo, hijo de uno de los más acaudalados comerciantes de Costa Rica.

Era ya socio de la casa Jiménez & Co. cuándo conoció a Adela Martínez, adorable criatura a quien asediaba un ejército de pretendientes. Más afortunado Federico, logró rendir aquel corazón inaccesible, y pocos meses más tarde la bendición nupcial consagraba la unión de los dos seres más enamorados y felices de la tierra.

Durante dos años su existencia fué un verdadero paraíso, pues no contenta la fortuna con haber derramado sobre ellos salud, bienestar y amor, colmó sus dones con un precioso chiquitín