Página:Cuentos escogidos de los Hermanos Grimm.pdf/87

Esta página no ha sido corregida
77
Cuentos de Grimm.

hácia aquí, ya veo á una de las dos hechiceras: la otra no puede escapárseme.

Pero ¡cuál fue su asombro cuando la vió acercarse á la fuente, quitarse la piel; cuando la cubrieron sus dorados cabellos y se mostró mas hermosa que ninguna de las mujeres que habia visto en el mundo! Apenas se atrevía á respirar, pero alargaba el cuello todo lo que podia, á través del follaje, y la miraba sin volver los ojos; ya fuese que se hubiera inclinado demasiado, ó por cualquier otra causa, crugió de repente una rama, y vió á la jóven en el mismo instante oculta bajo la piel; saltó como un corzo y habiéndose ocultado la luna en aquel momento, se escapó á sus miradas.

Apenas hubo desaparecido, bajó el jóven del árbol, y se puso á perseguirla á toda prisa. No habia dado mas que algunos pasos, cuando vió entre el crepúsculo dos personas que marchaban á través de la pradera. Eran el rey y la reina que habían distinguido desde lejos una luz en la casa de la vieja y se dirigian hácia aquel lado. El conde les refirió las maravillas que habia visto cerca de la fuente y no dudaron que hablaba de su perdida hija. Avanzaron alegres y bien pronto llegaron á la casa. Los gansos estabanı colocados á su alrededor, dormian con la cabeza oculta bajo las alas, y ninguno se movia. Miraron por la ventana dentro de la habitacion, y vieron á la vieja sentada é hilando con la mayor tranquilidad, inclinando la cabeza y sin mover los ojos. El cuarto estaba tan limpio como si estuviera habitado por esas pequeñas sílfides aéreas que no tienen polvo en los pies. Pero no vieron á su hija. Lo miraron todo durante algunos momentos, se animaron por último, y llamaron suavemente á la ventana.

Se hubiera dicho que los esperaba la vieja, pues se le-