se ha conmovido á esta vista mi corazon. Es preciso que me digais cómo habeis llegado á poseer esta perla.
El conde la refirió que la habia recibido de la vieja del bosque que le habia parecido ser una mujer estraña y tal vez hechicera, pero que no habia visto ni oido nada que tuviera relacion con su hija. El rey y la reina tomaron la resolucion de ir a buscar á la vieja, esperando que allí donde se habia encontrado la perla hallarian tambien noticias de su hija.
Estaba la vieja en su soledad, sentada á la puerta junto á su rueca é hilaba. Era ya de noche, y algunas astillas que ardian en el hogar esparcian una débil claridad. De repente oyé ruido fuera: los gansos entraron del matorral á la habitacion, dando el más ronco de sus gritos. Poco despues entró la jóven á su vez. Apenas la vieja la saludó y se contentó con menear un poco la cabeza. La jóven se sentó á su lado, cogió su rueca y torció el hilo con la misma ligereza que hubiera podido hacerlo la muchacha más lista. Permanecieron dos horas así sentadas sin decirse una palabra.
Sintieron por último ruido junto á la ventana y vieron brillar dos ojos de fuego. Era un mochuelo que gritó tres veces jhu! ¡hu! La vieja, sin levantar apenas los ojos, dijo:
—Ya es tiempo, hija mia, de que salgas para hacer tu tarea.
Se levantó y salió.
¿Dónde iba? Lejos, muy lejos, al prado junto al valle.
Llegó por último, orilla de una fuente, cu yo lado se hallaban tres encinas. La luna se mostraba redonda y llena encima de la montañia, y daba tanta luz, que se podia buscar un alfiler. La niñía levantó una piel que cubria su ros“ tro, se inclinó hácia la fuente y comenzó á lavarse. Cuando hubo concluido, metió la piel en el agua de la fuente para