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Cuentos de Grimm.

El conde permaneció tres dias perdido en aquellas soledades antes de poder encontrar el camino. Por último llegó á una ciudad, y como no le conocia nadie, se hizo conducir al palacio del rey, donde el príncipe y su mujer estaban sentados en su trono. El conde puso una rodilla en tierra, sacó de su bolsillo la caja de esmeralda y la depositó á los pies de la reina. Le mandó levantarse y fué á presentarla su caja. Pero apenas la había abierto y mirado, cuando cayó en tierra como muerta. El conde fue detenido por los criados del rey, é iba á ser puesto en prision, cuando la reina abrió los ojos y mandó que le dejaran libre, y que salieran todos, porque queria hablarle en secreto.

Cuando se quedó sola la reina se echó á llorar amargamente y dijo:

—¿De qué me sirven el esplendor y los honores que me rodean? Todas las mañanas despierto llena de cuidados y de aflicciones. He tenido tres hijas, la menor de las cuales era tan hermosa que todas la miraban como una maravilla. Era blanca como la nieve, colorada como la flor del manzano, y brillaban sus cabellos como rayos del sol. Cuando lloraba no eran lágrimas las que caian de sus ojos, sino perlas y piedras preciosas. Cuando llegó á la edad de trece años, mandó el rey venir á sus tres hijas delante de su trono.

Era digno de ver cómo abría todo el mundo los ojos cuando entró la menor; creia uno presenciar la salida del sol. El rey dijo:

—Hijas mias, ignoro cuándo llegará mi último dia; quiero decidir desde hoy lo que debe recibir cada una de vosotras despues de mi muerte. Las tres me amais, pero la que me ame mas tendrá la mejor parte.

Cada una dijo que era ella la que amaba más á su padre.