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Cuentos de Grimm.

, con paciencia; cuando lleguemos á casa os daré una buena propina.

¿Qué habia de hacer? tenia que someterse y arrastrarse con paciencia detrás de la vieja, que parecía volverse más lista á cada momento mientras que su carga era cada vez más pesada. De repente toma carrera, salta encima de su saco, y se sienta sobre él; aunque estaba ética, pesaba doble que la aldeana más robusta. Las rodillas del jóven temblaron; pero cuando se detenia, le daba en las piernas con una varita. Subió jadeando la moutaña y llegó por último á la casa de la vieja, en el mismo momento en que, próximo á sucumbir, hacia el último esfuerzo. Cuando los gansos distinguieron á la vieja, estendieron sus picos hácia arriba, sacaron el cuello hácia adelante, y salieron á su encuentro dando gritos de ¡hu! ¡hu! Detrás de la bandada iba una muchacha alta y robusta, pero fea como la noche..

—¡Madre! dijo á la vieja, ¿os ha sucedido algo? Habeis estado fuera mucho tiempo.

—No, hija mia, la contesto, no me ha sucedido nada malo, por el contrario, éste buen señorito, que ves aquí, me ha traido mi yerba, y además, como yo estaba cansada, me ha traido tambien á cuestas. El camino no me ha parecido muy largo, estábamos de buen humor y hemos tenido una conversacion muy agradable.

La vieja, por último, se dejó caer al suelo, quitó la carde la espalda del jóven, los cestos de sus manos, le miró alegremente, y le dijo:

—Ahora sentaos en ese banco que está delante de la puerta, y descansad. Habeis ganado lealmente vuestro salario y no le perdereis.

Despues dijo á la jóven que cuidaba los ganaos:

—Vuelve á casa, hija mia, no está bien que te quedes