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Cuentos de Grimm.

hombre, pues sus ojos no habian visto todavía ninguno, pero el hijo del rey comenzó á hablarla con la mayor amabilidad, y la refirió que su cántico habia conmovido de tal manera su corazon, que desde entonces no habia podido descansar un solo instante y se habia propuesto verla y hablarla. Desapareció con esto el miedo de Ruiponche y cuando la preguntó si quería casarse con él, y vió joven y buen mozo, pensó entre sí:

que era —Le querré mucho mas que á la vieja hechicera.

Le dijo que sí, y estrechó su mano con la suya, añadiendo:

1 —De buena gana me marcharia contigo, pero ignoro como he de bajar; siempre que vengas tráeme cordones de seda con los cuales iré haciendo una escala, y cuando sea suficientemente larga, bajaré, y me llevas en tu ca ballo.

Convinieron en que iria todas las noches, pues la hechicera iba por el dia, la cual no noto nada hasta que la preguntó Ruiponche una vez.

—Dime, abuelita ¿cómo es que tardas tanto tiempo en subir, mientras el hijo del rey llega en un momento á mi lado?

—¡Ah, pícara! la contestó la hechicera. ¡Qué es lo que oigo! ¡Yo que creia haberte ocultado á todo el mundo, y me has engañado!

Cogió encolerizada los hermosos cabellos de Ruiponche, los dió un par de vueltas á au mano izquierda, tomó unas tijeras con la derecha, y tris, tras, los cortó, cayendo al suelo las hermosas trenzas, y llegó á tal estremo su furor que llevó á la pobre Ruiponche á un desierto, donde la condené á vivir entre lágrimas y dolores.

El mismo dia en que descubrió la hechicera el secreto de