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Cuentos de Grimm.

por, les gritó con su voz gruñona:—¿No podiais habe.me cogido con un poco mas de suavidad, pues habeis tirado de tal manera de mi pobre vestido que me le habeis hecho pedazos? ¡Qué torpes sois! Despues cogió un saco lleno de piedras preciosas y se deslizó á su agujero, enmedio de las rosas. Las niñas estaban acostumbradas á su ingratitud y asf continuaron su camino sin hacer caso, yendo á la aldea á sus compras.

Cuando á su regreso volvieron á pasar por aquel sitio, sorprendieron al enano que estaba vaciando su saco de piedras preciosas, no creyendo que transitase nadie por allí á aquellas horas, pues era ya muy tarde. El sol al ponerse iluminaba la pedrería y lanzaba rayos tan brillantes, que las niñas se quedaron inmóviles para contemplarlas.—¿Por qué os quedais ahí embobadus? las dijo, y su rostro ordinariamente grís estaba enteramente rojo de cólera.

Iba á continuar un dicterio, cuando salió del fondo del bosque un oso completamente negro, dando terribles gruñidos. El enano queria huir lleno de espanto, pero no tuvo tiempo para llegar á su escondrijo, pues el oso le cerró el paso; entonces le dijo suplicándole con un acento desesperado:—Perdonadme, querido señor oso, y os daré todos mis tesoros, todas esas joyas que veis delante de vos; concededme la vida: ¿qué ganareis en matar á un miserable enano, como yo? Apenas me sentirías entre los dientes; no es mucho mejor que cojais á esas dos malditas muchachas, que son dos buenos bocados, gordas como codornices? Y zampáoslas en nombre de Dios.

Pero el oso sin escucharle, dió á aquella malvada criatura un golpe con su pata y cayó al suelo muerta.

Las niñas se habian salvado, pero el oso les gritó:—¿Blancanieve? ¿Rojarosa? No tengais miedo, esperadme.