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Cuentos de Grimm.

P —Quédate ahí; pasa la noche delante de la lumbre, pues por lo menos estarás al abrigo del frio 3 del mal tiempo.

Las niñas le abrieron las puertas á la aurora, y él se fué al bosque trotando sobre la nieve. Desde aquel dia, volvia todas las noches á la misma hora, se estendia delante de la lumbre, y las niñas jugaban con él todo lo que querian, habiendo llegado á acostumbrarse de tal modo á su presencia, que nunca echaban el cerrojo á la puerta hasta que él venia.

54 En la primavera, en cuanto comenzó á nacer el verde, dijo el oso á Blancanieve:

—Me marcho, y no volveré en todo el verano.

—¿Dónde vas, querido oso? le preguntó Blancanieve.

—Voy al bosque, tengo que cuidar de mis tesoros, porque no me los roben los malvados enanos. Por el invierno, cuando la tierra está helada, se ven obligados á permanecer en sus agujeros sin poder abrirse paso; pero ahora que el sol ha calentado ya la tierra, van á salir al merodeo; lo que cogen y ocultan en sus agujeros no vuelve á ver la luz con facilidad.

Blancanieve sintió mucho la partida del oso, cuando le abrió la puerta se desolló un poco al pasar con el pestillo, y creyó haber visto brillar oro bajo su piel, mas no estaba segura de ello. El oso partió con la mayor celeridad, y desapareció bien pronto entre los árboles.

Algun tiempo despues, envió la madre á sus hijas á recoger madera seca al bosque, vieron un árbol muy grande en el suelo, y una cosa que corria por entre la yerba alre— dedor del tronco, sin que se pudiera distinguir bien lo que era. Al acercarse distinguieron un pequeño enano, con la cara vieja y arrugada y una barba blanca de una vara de