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Cuentos de Grimm.

vé á abrir corriendo, pues sin duda será algun viajero estraviado que buscará asilo por esta noche.

Rojarosa fué descorrer el cerrojo y esperaba ver entrar algun pobre, cuando asomó un oso su gran cabeza negra por la puerta entreabierta. Rojarosa echó á correr dando gritos, el cordero comenzó á balar, la paloma revoloteaba por todo el cuarto, y Blancanieve corrió á esconderse detrás de la cama de su madre. Pero el oso las dijo:—No temais, no os haré daño; solo os pido permiso para calentarme un poco; pues estoy medio helado.

—Acércate al fuego, pobre oso; contestó la madre, pero ten cuidado de no quemarte la piel.

Despues llamó á sus hijas de esta manera :—) —Blancanieve, Rojarosa, venid; el oso no os hará daño, tiene buenas intenciones.

Entonces vinieron las dos hermanas, y se acercaron tambien poco á poco el cordero y la tórtola olvidaron su y temor.

—Hijas, las dijo el oso, ¿quereis sacudir la nieve que ha caido encima de mis espaldas?

Las niñas cogieron entonces la escoba y le barrieron toda la piel; despues se estendió delante de la lumbre manifestando con sus gruñidos que estaba contento y satisfecho.

No tardaron en tranquilizarse por completo y aun en jugar con este inesperado huésped. Le tiraban del pelo, se subian encima de su espalda, le echaban á rodar por el cuarto, y cuando gruñia, comenzaban á reir. El oso las dejaba hacer cuanto querian, pero cuando veía que sus juegos iban demasiado lejos, les decia:

—Dejadme vivir, no vayais á matar á vuestro pretendiente.

Cuando fueron á acostarse, le dijo la madre: