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ciar una sola palabra; la nodriza la veía siempre, pero no se atrevia á hablarla.
Al cabo de algun tiempo la madre. comenzó á hablar por la noche y dijo:
¿Qué hace mi hijito?
¿Qué hace mi corcito?
Volveré dos veces mas, y ya no vendre jamás.
La nodriza no la contestó, pero apenas habia desaparecido, corrió á contárselo al rey, quien dijo:
—¡Dios mio! ¿qué significa esto? Voy á pasar la noche próxima al lado del niño.
En efecto, fue por la noche al cuarto del niño, y hácia las doce, se apareció la madre, y dijo:
¿Qué hace mi hijito?
¿Qué hace mi corcito?
Aun volveré otra vez mas, y ya no vendré jamás.
Despues acarició al niño como hacia siempre, y desapareció. El rey no se atrevió á dirigirla la palabra, pero á la noche siguiente se quedó tambien en vela. La reina dijo:
¿Qué hace mi hijito?
¿Qué hace mi corcito?
El rey no pudo contenerse mas, se lanzó hácia ella la dijo :
—Tú debes de ser mi querida esposa.
—Sí, le contestó, soy tu mujer querida.
Y en el mismo instante recobró la vida por la gracia de Dios, y se puso tan hermosa y fresca como una rosa.