leciente, la dejaron allí, y despues salieron, cerrando la puerta. Habian tenido cuidado de encender junto al baño un fuego parecido al del infierno, para que la jóven reina se ahogase pronto.
Despues de esto, cogió la vieja á su hija, la puso un gorro en la cabeza y la acostó en la cama de la reina; la dió tambien la forma y las facciones de la reina, pero no pudo ponerla el ojo que habia perdido, y para que no lo notase el rey, la mandó estuviera echada del lado de que era tuerta.
Cuando á la caida de la tarde volvió el rey de la caza y supo que le habia nacido un hijo, se alegró de todo corazon y quiso ir á la cama de su querida mujer para ver cómo estaba.
Pero la vieja les dijo en seguida:
—No abrais, por Dios, las ventanas; la reina no puede ver la luz todavía; necesita descanso.
El rey se volvió no recelando se hallaba sentada en su lecho una reina fingida.
Pero cuando dieron las doce de la noche y todos dormian, la nodriza que estaba en el cuarto del niño, cerca de su ama, siendo la única que velaba, vió abrirse la puerta y entrar á la verdadera madre. Sacó al niño de la cuna, le tomó en sus brazos y le dió de beber. Despues le arregló la almohada, volvió á ponerle en su sitio, y corrió las cortinas. No se olvidó tampoco del corzo, se acercó al rincon, donde descansaba 3 le pasó la mano por la espalda. Salió despues sin decir una sola palabra, y al dia siguiente, cuando preguntó la nodriza á los guardias si habia entrado alguien en palacio durante la noche, la contestaron :
—No, no hemos visto á nadie.
Volvió muchas noches de la misma manera sin pronun-