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Cuentos de Grimm.

Los tres hermanos llegaron por último á un castillo cuyas caballerizas estaban llenas de caballos convertidos en piedras, y en las que no se veía á nadie. Atravesaron todas las salas y llegaron al fin delante de una puerta cerrada con tres cerraduras. En medio de la puerta habia un pequeño postigo por el que se veia una habitacion; desde él distinguieron á un hombre de poca estatura y cabellos gri—ses que estaba sentado delante una mesa. Llamaron una y dos veces sin que les oyera en la apariencia; á la tercera se levantó, abrió la puerta y se adelantó hácia ellos; despues, sin pronunciar, ni una palabra, los condujo á una mesa que estaba llena de toda clase de manjares, y en cuanto hubieron comido y bebido, llevó á cada uno á una alcoba diferente.

Por la mañana se presentó el anciano al mayor de los hermanos y mandándole por señas que le siguiera, le condujo delante de una mesa de piedra, en la que estaban escritas las tres pruebas que era necesario hacer para desencantar el castillo. Consistia la primera en buscar en el musgo, en medio de los bosques, las mil perlas de la princesa que estaban allí sembradas; y si el que las buscaba no las habia encontrado todas antes de ponerse el sol seria convertido en piedra. El hermano mayor pasó todo el día buscando las perlas; pero, cuando llegó la noche, apenas habia encontrado ciento, y fue convertido en piedra como estaba escrito en la mesa. El hermano segundo acometió la aventura al dia siguiente, pero no fue mas afortunado que su hermano mayor; apenas encontró doscientas perlas y fue convertido en piedra.

Llegó por último su vez al tercero, que era el Simple. Comenzó á buscar las perlas en el musgo; pero como esto era muy difícil y muy largo, se sentó en una piedra y se puso