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Cuentos de Grimm.

Por la noche, ya muy tarde, llegaron á una posada, y como no querían esponerse pasándola en el camino, y el ánade estaba muy cansada decidieron entrar. El posadero puso en un principio muchas dificultades. La casa estaba llena de gente y los nuevos viajeros no le parecieron de una condicion muy elevada, pero vencido al fin por sua buenas palabras y por la promesa que le hicieron de dejarle el huevo que acababa de poner la gallina en el camino, y aun el ánade, que ponía uno todos los dias, accedió á recibirlos por aquella noche. Se hicieron servir á cuerpo de rey y la pasaron de broma.

A la mañana siguiente, al apuntar el dia, cuando todos dormian aún, despertó el gallo á la gallina, y rompiendo el huevo á picotazos, se le comieron entre los dos y echaron las cáscaras en la ceniza; fueron en seguida á coger la aguja, que dormia profundamente, y tomándola por el ojo, la pusieron en el sillon del posadero, haciendo lo mismo con el alfiler que prendieron en la tohalla, despues se salieron volando por la ventana, El ánade, que se habia quedado en el corral para dormir á cielo raso, se levantó al oirlos, metiéndose por un arroyo que pasaba por debajo de la pared, salió mucho mas pronto que habia entrado la nochie anterior cuando venia corriendo la posta.

A las dos horas, poco mas ó menos, se levantó de la cama el posadero, y despues de haberse lavado, cogió la tohalla para secarse; pero se arañó el rostro con el alfiler, que le hizo una señal encarnada que le cogia de oreja á oreja.

Bajó en seguida á la cocina para encender la pipa, pero al soplar la lumbre, le saltaron á los ojos los restos de la cáscara del huevo.

—Todo conspira hoy contra mí, se dijo á sí mismo.

Y se dejó caer disgustado en su ancho sillon; mas pronto