lo oia y no podia contestar, pero el rey la amaba con demasiada ternura para creer lo que se decia de ella.
Trascurrido un año, la reina tuvo otro hijo; la señora se la apareció de nuevo por la noche y la dijo:
—Si quieres confesar al fin que has abierto la puerta prohibida te volveré á tu hijo, y te desataré la lengua, pero si te obstinas en tu pecado y continúas mintiendo, me llevaré tambien á este otro hijo.
La reina contestó lo mismo que la vez primera:
—No, no he abierto la puerta prohibida.
La señora cogió su hijo en los brazos y se le llevó á su morada. Por la mañana cuando se hizo público que el niño habia desaparecido tambien, se dijo en alta voz habérsele comido la reina y los consejeros del rey pidieron que se la procesase; pero la amaba con tanta ternura que les negó (} permiso, y mandó no volviesen á hablar mas de este esunto bajo pena de la vida.
Al año tercero la reina dió á luz una hermosa niña, y la señora se presentó tambien á ella durante la noche, y la dijo:
—Sígueme.
La cogió de la mano, la condujo á su palacio, y la enseñó á sus dos primeros hijos, que la conocieron y jugaron con ella, y como la madre se alegraba mucho de verlos, la dijo la señora:
—Si quieres confesar ahora que has abierto la puerta prohibida, te volveré á tus dos bermosos hijos.
La reina contestó por tercera vez:
—No, no he abierto la puerta prohibida.
La señora la volvió á su cama, y la tomó su tercera hija.
A la mañana siguiente, viendo que no la encontraban, decian todos los de palacio á una voz: