tiempo en aquel estado, esperimentando todas las miserias y todos los sufrimientos imaginables.
Un dia de primavera cazaba el rey del pais en aquel bosque y perseguia á un corzo; el animal se refugió en la espesura que rodeaba al viejo árbol hueco; el príncipe bajó del caballo, separó las ramas y se abrió Ja paso con espada. Cuando hubo conseguido atravesar, vió sentada debajo del árbol á una joven maravillosamente hermosa, á In que cubrian enteramente sus cabellos de oro desde la cabeza hasta los pies. La miró con asombro y la dijo:
—¿Cómo has venido á este desierto?
Mas ella no le contestó, pues le era imposible despegar los labios. El rey añadió, sin embargo.
—¿Quieres venir conmigo a mi palacio?
rey Le contestó afirmativamente con la cabeza. El mó en sus brazos, la subió en su caballo y se la llevó á su amorada, donde la dió vestidos y todo lo demás que necesitaba, pues aun cuando no podia hablar, era tan bella y graciosa que se apasionó y se casó con ella.
Habia trascurrido un año poco mas ó menos, cuando la reina dió á luz un hijo; por la noche, estando sola en su cama, se la apareció su antigua señora, y la dijo asi:
la to— —Si quieres contar al fin la verdad, y confesar que abriste la puerta prohibida, te abriré la boca y te volveré la palabra, pero si te obstinas é insistes en el pecado é insistes en mentir, me llevaré conmigo tu hijo recien nacido.
Entonces pudo hablar la reina, pero dijo solamente:
—No, no he abierto la puerta prohibida.
La señora la quitó de los brazos su hijo recien nacido y desapareció con él. A la mañana siguiente, como no encontraban el niño, se esparció el rumor entre la servidumbre de palacio de que la reina era ogra y le habia matado. Todo