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Cuentos de Grimm.

¡Qué atrevimiento! dijeron. ¡Ha quemado la camisa de boda del rey!

Pero el jóven rey insistió todavía.

—Sin duda tiene sus razones; dejadle obrar, pues su lealtad es á toda prueba.

Celebráronse las bodas. Hubo un gran baile, y la novia comenzó á bailar. Desde aquel momento el fiel Juan no la perdió de vista. De repente sintió como debilidad, y cayó muerta en el suelo. Arrojóse sobre ella en seguida, la levantó y la llevó á su cuarto; y allí, echándola en la cama, se inclinó sobre ella la chupó tres gotas de sangre del hombro derecho, que escupió en seguida. En el mismo instante volvió á respirar y recobró el conocimiento; pero el jóven rey que lo habia visto todo y que no comprendia la conducta de Juan, acabó por incomodarse y le mandó prender.

Juan el fiel fue al dia siguiente condenado á muerte y conducido al cadalso. Estando subido ya en la escalera, dijo así:

—Todo hombre que va á morir puede hablar antes de su fin. ¿Se me da permiso para ello?

—Te lo concedo, dijo el rey.

Entonces refirió cómo había oido en el mar la conversacion de las cornejas, y cómo todo lo que habia hecho era necesario salvar á su amopara —¡Oh, mi fiel Juan! esclamó el rey; te perdono, hacedle bajar.

Pero á la última palabra que había pronunciado Juan el fiel, cayó sin vida, convertido en piedra.

La reina y el rey lo sintieron mucho.

—¡Ay! decia el rey; tanta abnegacion ha sido muy mal recompensada.