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Cuentos de Grimm.

, Mas queriendo el padre asegurarse por sí mismo, fué al establo y sę puso á acariciar á su querido animal, diciéndole.

262 —¿Cabrita, has comido bien?

La cabra le contestó.

¿Como habia de comer, sino he hecho mas que correr sin hallar una hoja que pacer?

¡Beh! ¡bé!

—¡Qué viejo! dijo el sastre, y saliendo del establo, regañó á su hijo.

—Embustero, no me has dicho, quella cabra estaba harta y ha vuelto en ayunas.—Cogió encolerizado la vara de medir, y le echó de la casa dándole de palos.

Al dia siguiente tocaba la vez al hijo segundo, quien buscó á lo largo del cercado del jardin un lugar bien provisto de yerba y la cabra cortó hasta el último tallo.—Por la noche cuando se trataba de volver la prehuntó.

—Has comido cabra?

A lo que contestó.

Estoy atascada, Saciada, ¡Bah! ¡ba!

—Vamos á casa dijo el jóven y la llevó al establo, donde la ató.

—¿Ha comido la cabra todo lo que necesitaba? dijo el sastre.

¡Oh! sí, contestó el hijo, está atascada y saciada.

El sastre que era aficionado á verlo todo por sí mismo, fué al establo y preguntó.