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Cuentos de Grimm.

Volvió á sentarse, por último, y continuó hilando, pero no se la iba de la memoria un refran que habia oido repetir con frecuencia á su madrina, el cual se puso á cantar, diciendo:

Corre huso, corre, á todo correr, mira que es mi esposo y debe volver.

Mas hé aquí que el huso se escapó de repente de sus manos y salió fuera del cuarto; la jóven se le quedó mirando, no sin asombro, y le vió correr á través de los campos, dejando detrás de sí un hilo de oro. Al poco tiempo estaba ya muy lejos y no podia distinguirle. No teniendo huso, cogió la lanzadera y se puso a tejer.

El huso continuó corriendo, y cuando se le acabó el hilo, ya se habia reunido al príncipe.

—¿Qué es esto? esclamó; este bus quiere llevarme á alguna parte.

Y volvió su caballo, siguiendo al galope el hilo de oro.

La jóven continuaba trabajando y cantando:

Corre, lanzadera, corre tras de él, tráeme á mi esposo, pronto tráemele, En seguida se escapó de sus manos la lanzadera, dirigiéndose á la puerta; pero al salir del umbral comenzó á tejer, comenzó á tejer el tapiz mas hermoso que nunca se ha visto; por ambos lados le adornaban guirnaldas de rosas y de lirios, y en el centro se veian pámpanos verdes sobre un fondo de oro; entre el follaje se distinguian liebres y conejos, y pasaban la cabeza, á través de las ramas, ciervos y corzos; en otras partes tenia pájaros de mil coloá los que no faltaba mas que cantar. La lanzadora conres,